Las tres fases principales en la fabricación de ladrillos son la mezcla, el moldeado y la cocción. Pero este proceso incluye un paso más de vital importancia: la desgasificación. La mezcla añade pequeñas bolsas de aire a la arcilla que hay que extraer para obtener un ladrillo sólido y estable. Las bombas de vacío de Busch ofrecen el vacío necesario para el proceso de desgasificación.
Es un proceso idéntico a la elaboración de pasteles. A medida que incorpora ingredientes, también se añaden pequeñas burbujas de aire. Las burbujas crean una masa hermosamente ligera y esponjosa, pero en la fabricación de ladrillos deben mantenerse a raya. El objetivo es un producto fuerte que dure mucho tiempo, y en un ladrillo, las burbujas pueden tener el efecto opuesto. Durante el moldeado y el prensado, las burbujas de aire se unen y se combinan, creando un vacío que debilita la estructura del ladrillo. Hasta las burbujas más pequeñas pueden suponer un problema: un ladrillo poroso se puede deformar y torcer a altas temperaturas. Para evitar esto, la arcilla debe ser sólida y no porosa cuando entre en el horno para su cocción, de forma que se obtiene un ladrillo fuerte y duradero sin huecos ocultos.
Prensado para extraer el aire
Para preparar la arcilla para su moldeado y su cocción, es necesario extraer estas burbujas de aire en un proceso llamado clasificación. Después de la mezcla, se introduce en una cámara de vacío. Este cambio de presión hace que las burbujas suban hasta la superficie de la mezcla de arcilla. Atraviesan la superficie y se extraen. Si hay algún exceso de agua en la mezcla, esta también se extrae del mismo modo. De este modo, lo único que queda es el compuesto de arcilla, libre de aire y con el nivel de humedad adecuado para la siguiente fase del proceso. Busch tiene soluciones de vacío adecuadas para este proceso de clasificación.
Porosidad para el aislamiento
No obstante, para algunos tipos de ladrillos resulta beneficioso conservar un poco de aire dentro. Las pequeñas bolsas de aire actúan como aislamiento y ayudan al ladrillo a retener el calor y mantener los edificios a temperaturas cálidas. Sin embargo, en lugar de confiar en burbujas de aire impredecibles, los fabricantes de ladrillos tienen un modo de crear la porosidad exactamente como ellos quieren. Se añaden a la mezcla de arcilla materiales adicionales, como serrín, pulpa de papel o poliestireno. A medida que los sólidos pequeños se mezclan en la arcilla, pasan indemnes por el proceso de desgasificación. Pero no pueden soportar el calor intenso de la cocción y se calcinan en el horno, dejando unas bolsas de aire diminutas, distribuidas de manera uniforme por el ladrillo acabado.

Ladrillos sin burbujas
Compuestos de arcilla desgasificados bajo vacío
De la arcilla en bruto a un ladrillo sólido
Los ladrillos deben poder soportar cualquier inclemencia del tiempo: fluctuación de temperaturas, niveles de humedad distintos y otras condiciones meteorológicas típicas de un lugar. La arcilla en bruto es muy maleable, lo cual permite un moldeado sencillo, pero cuando se seca, se vuelve frágil y débil. Para adecuar el ladrillo a la construcción es necesaria otra fase del proceso: la cocción. En un horno, los ladrillos son expuestos a temperaturas cada vez más altas. A bajas temperaturas, el ladrillo de arcilla pierde cualquier contenido de agua residual y cualquier material adicional –como los que se añaden para crear porosidad– se calcinará. A medida que sube el termómetro, se inicia el proceso químico y cambia la estructura interna de la arcilla. El ladrillo cambia de color y se vuelve más duro y más duradero. Cuando el horno alcanza su temperatura máxima –por encima de los 1000 °C–, comienza la vitrificación. La temperatura extrema hace que la arcilla se funda parcialmente hasta convertirse en un material similar al vidrio, uniendo los diferentes materiales del ladrillo y creando un producto fuerte y resistente.
Los ladrillos deben poder soportar cualquier inclemencia del tiempo: fluctuación de temperaturas, niveles de humedad distintos y otras condiciones meteorológicas típicas de un lugar. La arcilla en bruto es muy maleable, lo cual permite un moldeado sencillo, pero cuando se seca, se vuelve frágil y débil. Para adecuar el ladrillo a la construcción es necesaria otra fase del proceso: la cocción. En un horno, los ladrillos son expuestos a temperaturas cada vez más altas. A bajas temperaturas, el ladrillo de arcilla pierde cualquier contenido de agua residual y cualquier material adicional –como los que se añaden para crear porosidad– se calcinará. A medida que sube el termómetro, se inicia el proceso químico y cambia la estructura interna de la arcilla. El ladrillo cambia de color y se vuelve más duro y más duradero. Cuando el horno alcanza su temperatura máxima –por encima de los 1000 °C–, comienza la vitrificación. La temperatura extrema hace que la arcilla se funda parcialmente hasta convertirse en un material similar al vidrio, uniendo los diferentes materiales del ladrillo y creando un producto fuerte y resistente.