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Convertir el CO2 en una roca sólida

El vacío ayuda a crear una solución permanente de captura de carbono

El planeta se está calentando y depende de nosotros ralentizar la constante subida de los termómetros. Ahora, las nuevas tecnologías permiten eliminar el CO2 de la atmósfera y almacenarlo de forma segura y permanente por debajo de la superficie de la Tierra. Las bombas de vacío de Busch se utilizan para enviar estos gases capturados a un lugar de almacenamiento subterráneo.

Debido a la industria, el transporte y las actividades diarias, la humanidad produce cantidades colosales de dióxido de carbono. Este gas de efecto invernadero se libera a la atmósfera y permanece allí, atrapando el calor del sol en lugar de dejar que regrese al espacio. Como resultado, la temperatura media anual de la superficie de la Tierra está subiendo y, actualmente, es 1,19 °C superior a la de la época pre-industrial. Hace tiempo que deberíamos haber tomado medidas, y las plantas de captura directa de aire suponen una gran contribución en este sentido.

Recuperar las emisiones de la atmósfera
La compensación de carbono ha sido un tema candente durante la última década, y muchas aerolíneas ofrecen a los pasajeros la opción de compensar las emisiones equivalentes de sus vuelos, por ejemplo, plantando árboles. Pero, en la gran industria, la captura de carbono es un término de moda. Las grandes fábricas y centrales eléctricas pueden capturar el dióxido de carbono que producen directamente en su origen y procesarlo en sus instalaciones para que no llegue a entrar en la atmósfera. Sin embargo, las fuentes más pequeñas y móviles, como los medios de transporte, y todo el CO2 que ya se encuentra en la atmósfera, necesitan un método diferente. Ahí es donde entra en juego una planta de captura directa de aire, que elimina el dióxido de carbono del aire ambiente y lo procesa para crear una nueva sustancia no reactiva que se puede almacenar de forma segura bajo la tierra.

Cristales de carbono
En lugar de situarse en la fuente del CO2,una planta de captura directa de aire filtra el dióxido de carbono del aire ambiente. Un ventilador introduce el aire en el colector a través de un filtro que atrapa el dióxido de carbono. Una vez que se satura el material filtrante, el colector se cierra y la temperatura sube hasta 100 °C. Las moléculas de CO2 se extraen del colector con una bomba de vacío de Busch. Desde allí, el CO2 separado se mezcla con agua: un proceso que crea agua carbonatada, igual que el agua con gas que se vende en el supermercado. Este líquido carbonatado se bombea hasta un lugar profundo bajo la superficie de la tierra. Aunque las burbujas no son el objetivo final, el carbono crea una mezcla ligeramente ácida que puede disolver los muchos minerales que se encuentran en la roca de basalto. Cuando el agua carbonatada entra en contacto con ella, los iones de estos diferentes metales se liberan del basalto y entran en el agua. Con el tiempo, reaccionan con el dióxido de carbono y se unen a él, mineralizándolo y creando un producto sólido: en esencia, se convierten en parte de la roca. Dos años más tarde, más de un 90 % de la mezcla habrá completado este proceso. Esto garantiza un lugar seguro y permanente para almacenar el dióxido de carbono, y nos permite asegurarnos de que no vuelva a la atmósfera.
Salvar el planeta con árboles

Planta un árbol, salva el planeta: este es, probablemente, el método más común y conocido de compensar las emisiones de CO2, y no requiere experiencia técnica ni equipos especiales (aparte de una pala). Pero ¿hasta qué punto es eficaz? En la superficie, mucho. Las hojas de los árboles absorben el dióxido de carbono de la atmósfera. El árbol almacena este carbono en las hojas, el tronco y las raíces, y libera el oxígeno de vuelta al aire. Sin embargo, cuando se talan, los árboles expulsan gran parte del carbono almacenado a la atmósfera. De hecho, la deforestación es responsable de casi un 10 % de las emisiones anuales de CO2 de nuestro planeta. Por tanto, no se trata tanto de plantar nuevos árboles sino de mantener los que ya existen en la Tierra, además de reforestar las áreas taladas anteriormente. Reutilizar estos espacios los devuelve con el tiempo a su estado natural y preserva los demás ecosistemas que existen en zonas no arboladas. Una vez maduros, estos árboles sustituirán a sus predecesores como sumideros naturales eficaces de carbono que ayudarán a ralentizar el cambio climático.